Prácticamente siempre queremos tenerlo todo bajo control, es un error bastante común que solemos cometer al momento de iniciar una acción determinada. En cierto modo es comprensible, pues tenemos miedo al fracaso y es por eso que le damos mil vueltas antes de hacer algo, convencidos de que si lo preparamos a conciencia, cubriremos todas las posibilidades, entonces nada podrá salir mal, saldrá bien a la fuerza. Esta premisa normalmente no se cumple.
Pretendemos hacerlo todo bien a la primera, pero la realidad es que no somos perfectos, lo intentamos ajustar al máximo, especialmente por el miedo que tenemos a fracasar y exponernos a la crítica, a que alguien nos diga que nos equivocamos, una sensación desagradable especialmente cuando nos damos cuenta que realmente fallamos en el intento de lograrlo.
El resultado más común es la inacción. Terminamos siendo incapaces de cubrir todos los parámetros de la situación porque son muchos, y temerosos de los imprevistos que puedan surgir en el camino, optamos directamente por no hacer nada. Sin embargo, con el tiempo te das cuenta que no existe el fracaso, sólo hay feedback. Es importante actuar incluso sabiendo que no lo lograrás a la primera. Nunca estará todo bajo control, así que conviene aprender a movernos en un mundo inestable y en continuo cambio.
Lo que se conoce como “fracaso” forma parte de todo proceso encaminado a lograr un objetivo. Primero se actúa, luego se observan los resultados, se ajusta y finalmente se vuelve a actuar. Así es como conseguimos todos nuestros propósitos. De ese modo, solamente podemos decir que hemos fracasado cuando decidimos abandonar el camino, y eso es algo que sólo nosotros podemos decidir.
La batalla de la vida no siempre la gana el hombre más fuerte o el más listo, sino que realmente la gana aquél que cree poder hacerlo.