España es uno de los países que más dificultades se pone a los emprendedores, quizás simplemente por eso los que lo son tienen más merito. Por desgracia existen muchas barreras que te frenan para poner en marcha nuevas empresas. Todo lo contrario de lo que debería ser. Es bien sabido que el mayor valor para las economías locales lo generan los emprendedores. Personas valientes con una idea clara de negocio que crean riqueza al tiempo que ofrecen empleo. Es una combinación perfecta para el estado del bienestar.
El principal problema es la financiación. Los estudios indican que el 85 por ciento de las pymes, más de un millón, que ha intentado acceder a financiación ajena han tenido problemas o muchas no la han logrado. En la mayoría de casos piden al empresario una aportación de al menos una cuarta parte de recursos propios, algo que no todo el mundo tiene. Por lo tanto, se tienen ideas, pero las entidades financieras no apuestan por dejar dinero a empresas de nueva creación. En nuestro país no por faltan de recursos humanos, sino financieros. En tiempos de crisis siempre nos quedará pedir dinero a familiares o amigos.
Pasamos a los problemas burocráticos. Hasta una decena de trámites diferentes hacen falta para abrir una empresa en España (registro, notario, licencias de apertura, altas en la Seguridad Social) frente a los cinco sencillos pasos de media en los países de la OCDE. Esto aletarga el proceso para operar hasta en 47 días, frente a los 13 de media en los países vecinos. Es grave que para aceptarte una simple licencia o la aprobación de la denominación social pueda retrasar hasta dos meses la apertura de la empresa.
Otro de los obstáculos para emprender es el dichoso miedo al fracaso. En Estados Unidos, si montas una empresa y fracasas, lo pones en tu currículum, puesto que demuestra que tienes inquietudes y una persona activa con ganas de superación. En España, todo lo contrario: está mal visto. De ese modo, es complicado que haya jóvenes que se aventuren a emprender. El fracaso muchas veces es un paso adelante del que se aprende y ayuda a no cometer errores en un futuro.
Por otro lado, también existe un cierto temor al cruzar el charco. Las pymes necesitan abrir fronteras para convertirse en empresas globales. Es un error centrarse en un ámbito local si el negocio puede funcionar igual de bien en otras regiones o países. Antes de lanzarse será necesario un análisis en profundidad de ese mercado para ver si es posible una adaptación del negocio en el mismo. El idioma no debería suponer un problema.
La brecha tecnológica es también importante en España. Parece mentira pero a pesar de todos los avances, menos de la mitad de las pymes de este país tienen página web. Por otro lado, todavía hay micropymes de hasta dos empleados que no disponen de ordenador, algo que parece imprescindible a estas alturas.
Finalmente, el tema de las ayudas y subvenciones. El gobierno no es especialmente generoso en estos temas. La gran mayoría de los negocios salga adelante sin ayudas oficiales. Según los datos de las Cámaras de Comercio, menos del uno por ciento de las empresas dispone de dinero subvencionado en su capital de arranque. Lo que todavía complica más la puesta en marcha de un negocio.