Últimamente leo noticias que me ponen los pelos de punta y esta vez no hablan de corrupción, ni de lo bien que lo está haciendo España con la gestión de la crisis. Mucho peor que todo eso. El titular es el siguiente: «Cada vez menos europeos quieren montar su propia empresa«. Al parecer solo un 37% lo prefiere a trabajar por cuenta ajena, frente al 45% de 2009. En España, la cifra ha pasado del 40% de hace tres años al 35% de 2012, según publicó ayer el Eurobarómetro.
Definitivamente se ha perdido espíritu emprendedor en este país cuando más se le estaba llamando que saliera a la luz. No ha salido porque culturalmente no existe. No se ha fomentado. Ni se nos ha educado para tal. Lo de innovar y arriesgarse no va con nosotros. En fin, ríos de tinta se han escrito sobre este tema.
El caso es que ahora parece que quieren corregir la tendencia, aunque yo he preferido llamarla caída en picado. El comisario de Industria y Emprendimiento, Antonio Tajani, presentó ayer un plan para provocar “un profundo cambio cultural” y tratar de estimular a los europeos a crear su propia empresa. A continuación tienes las propuestas presentadas que giran en torno a cuatro ideas que me han parecido muy acertadas, aunque la primera muy por encima de las demás, ojalá se lleven a cabo y se les dé la importancia que merecen:
Incluir la emprendeduría en el currículum escolar incluyendo experiencias en gestión de microproyectos, facilitar la financiación con apoyo público en los primeros años de vida de la empresa impulsando la microfinanciación colectiva o simplificando estructuras tributarias que dificultan la inversión privada en pymes, reducir el tiempo necesario para montar una empresa, obtener licencias, y cerrarla si no funciona. Y, por último, crear mecanismos de asesoramiento y apoyo para grupos específicos de la población, como mujeres, mayores, emigrantes y parados.
Me pregunto si éstas son medidas suficientes dada la situación, ya no macro económica actual sino partiendo de una base cultural donde lo que prima es: a mí dame de entrada un trabajo fijo, buen sueldo, seis semanas de vacaciones al año y un horario que tenga tiempo de ir de cañas con los colegas al salir de la oficina. Si quieres ser emprendedor hay que renunciar a muchas cosas. ¿Merece la pena? Por supuesto que sí.