Antes era Estados Unidos, ahora China. Un estornudo del gigante asiático y todos a temblar. Terremoto a la vista. El crecimiento de la todavía segunda potencia mundial (en menos de tres años será la primera) se está frenando. Sin embargo, es paradójico que el crecimiento del 7% del PIB de China sigue siendo muy superior al resto de países y es especialmente superior al de otras economías emergentes, lo que daría España por crecer al 7 por ciento… en cambio los chinos no tienen suficiente.
El problema de China es que sus productos ya no son tan baratos como lo eran hace unos años. Los suelos de los trabajadores se han disparado un 3000% en la última década y la clase media está creciendo, lo cual es muy positivo, pero es malo para su principal negocio: las exportaciones. Si sus productos son más caros, son menos competitivos en los mercados internacionales y sus exportaciones caen.
Si China deja de exportar se hunde porque esta actividad ha sido la base de su extraordinario crecimiento.
En los últimos meses, los mercados bursátiles chinos han sufrido pérdidas equivalentes a diez veces el tamaño de la economía griega. Si eres lector de este blog no te pillaría por sorpresa, en su momento ya hablé de que podía estar a punto de estallar una burbuja bursátil en la bolsa de Shanghái, como así finalmente sucedió (se desplomó un 50% en cuatro semanas) dejando a miles o millones de inversores chinos en la ruina tras entrar en el mercado tarde pensado que la bolsa nunca dejaría de subir. Nuestros amigos chinos han aprendido una importante lección: todo lo que sube, algún día baja.
Pero las autoridades chinas han reaccionado y esperan recuperar su parte del pastel del comercio mundial tras el deterioro de su balanza comercial por el desplome de las exportaciones. Esa es la principal razón de que, tras un largo periodo de revalorización de su moneda, el yuan, hayan optado por devaluar su divisa casi un 5% contra el dólar estadounidense, la bajada más importante desde enero de 1994. Es una forma de ganar competitividad de forma fácil a costa de que otros la pierdan.
De entrada esa medida de China ha forzado a que la Reserva Federal de Estados Unidos esté estudiando retrasar de nuevo la subida de tipos prevista para este año. Si toma esa medida el dólar se apreciará respecto a todas las monedas, lo que complicará todavía más las exportaciones desde Estados Unidos. Sin embargo, esto no parece preocupar demasiado a la primera potencia mundial desde que su economía va como una seda. Tras ser el epicentro de la crisis financiera en 2008, su recuperación ya es una realidad, tanto es así que su tasa de paro se sitúa por debajo del 5,5 por ciento. Mientras que la media europea es del 9,6% y en España concretamente del 22,7%, según datos de abril de 2015.
Durante los últimos años el mercado de divisas se ha convertido en un campo de batalla donde los contendientes luchan por el crecimiento económico. Precisamente, una de las posibles consecuencias de la depreciación de la divisa asiática es que puede desencadenar el comienzo de una guerra de divisas, es decir, que otros países sigan los pasos de China y opten por una devaluación de sus divisas para conseguir lo mismo: ganar competitividad e impulsar las exportaciones.
Primero fue Japón, con el llamado Abenomics, quien puso en práctica la idea de presionar su divisa a la baja para incrementar la rentabilidad de sus exportaciones. Le funcionó. El Banco Central Europeo también he hecho de las suyas recortando tipos de interés e inyectando liquidez al sistema a través del programa de flexibilización cuantitativa. La Fed hizo lo propio para impulsar su economía tras la crisis.
Y ahora China. El país empezaba a acusar un problema de desaceleración económica tras los fracasos esfuerzos del Gobierno por tratar de impulsar el crecimiento con políticas expansivas, la desaceleración finalmente se contagió a la bolsa y ha terminado generando inestabilidad en todos los mercados.
China mira por si misma y no le importa lo más mínimo quién puede salir perjudicado o caer en la batalla. Además, está en una buena posición para defender el yuan, gracias a sus sólidas reservas de divisas y su bajo endeudamiento. Países como Corea del Sur, Indonesia, Malasia, Taiwán, Hong-Kong o Singapur se verán muy afectados por la devaluación del yuan y no les quedan muchas alternativas para defender su divisa, más allá que imitar a China y devaluar su moneda para mitigar el impacto, pues no tienen margen para bajar los tipos.
Si a todo eso le sumamos que los países emergentes como Brasil o Rusia también viven horas bajas arrastrados por el bajo precio de las materias primas, tenemos la combinación perfecta para que la economía mundial entre en una nueva fase y quizás no sea precisamente de crecimiento y felicidad para todos.
Puede ser el inicio de una guerra donde algunos se lo tomarán como un juego: «si tú devalúas, yo devalúo y tiro porque me toca» pero nada más lejos de la realidad, detrás de estas artimañas financieras en manos solamente de los gobiernos o bancos centrales están los ciudadanos que viven a expensas del vaivén de la economía financiera, que más de lo que la gente cree, tiene un impacto directo con la economía real y en prácticamente todos los sectores.
Devaluar moneda, imprimir billetes, crear inflación… para mi un robo de los deudores hacia los ahorradores… Pero contra ello la mejor forma de protegerse es estando invertidos en empresas globales.
Un saludo.