Desde hace mucho tiempo el minimalismo llegó a mi vida por medio de la decoración. En pocas palabras, me gusta tener pocas cosas ocupando los espacios. Por ejemplo, no me gusta recargar las estanterías y tampoco me gusta tener la mesa llena de cosas. Me atraen los espacios austeros, simples, ordenados y con las cosas realmente necesarias.
Por su definición, el minimalismo es la tendencia a reducir a lo esencial, la ausencia de ornamentos y es también el significado a simplificar todo a lo mínimo. Esa es mi forma de decorar y el tipo de arquitectura que me atrae pero también mi forma de vida. Mi forma de amueblar mi cabeza y de dar sentido a mi vida.
Tener menos cosas significa contar con más espacio y más claridad mental. Creo que tener lo mínimo y esencial es mucho mejor que la riqueza y la abundancia. Focalizarse en lo que uno tiene, por poco que sea, disfrutar de ello y ser agradecido es para mi mucho más gratificante que tener de todo por el simple hecho de poseer y almacenar.
Vivimos en una sociedad donde el consumismo es muchas veces más motivo de estrés que de placer, es por eso que no son pocos los que llegan a un punto que se planean vender todo lo que tienen y reducir sus pertenencias a lo mínimo indispensable. Se les conoce como minimalistas.
El concepto llevado a la práctica se reduce en eliminar todas las cosas que nos distraen de aquello que es importante en nuestras vidas. Un estilo de vida minimalista se traduce en ser consciente de las cosas que poseemos, las cosas que compramos y cómo invertimos nuestro tiempo.
De hecho, las personas minimalistas valoran más el tiempo que el dinero. Se gastan menos en cosas materiales e invierten lo que tienen en experiencias. Por poner un ejemplo, a mi me parece mucho más interesarme gastarme 3.000 euros en dar la vuelta al mundo que en comprarme una moto o pedir un préstamo para un coche. Simplemente, me parece no solamente una inversión más inteligente sino también una elección que me haría más feliz.
En ocasiones compramos cosas banales o sin sentido que realmente no necesitamos, llegamos al punto en que no tenemos control sobre lo que compramos, gastamos sin pensar, nos dejamos llevar por la sociedad de consumo, por la propaganda, nos la creemos tanto que terminamos creyendo que la felicidad la proveen ciertos productos.
En cambio, llevar un estilo de vida minimalista te libera de todas esas cosas que en el fondo no dejan de ser superficiales, te da un respiro para que puedas vivir mejor, en más armonía contigo mismo y para que efectivamente tu éxito sea logrado con enfoque y concentración, minimizando aquellas cuestiones (físicas y mentales) que te pueden distraer del camino hacia la felicidad verdadera.
La próxima vez que quieras comprar algo hazte esta pregunta: ¿Le agrega esta cosa valor a mi vida? Si la respuesta es negativa o tienes dudas no lo compres. Utiliza el dinero en comprar experiencias de vida, esas sí que tienen un valor incalculable.
Tener menos también supone preocuparse por menos cosas, centrase en las cosas que uno cree que son esenciales, dejar de compararse con los demás y no perder el tiempo en coleccionar bienes materiales que a largo plazo no hacen otra cosa que acumularse. Seguir este camino es cuestión de prioridades y de valores. Los míos los tengo claros.
En conclusión, el minimalismo te aportará la alegría de vivir con menos. Y este estilo de vida está muy relacionado con llevar una vida nómada, precisamente los nómadas viajan solamente con sus pertenencias básicas para vivir, no necesitan más y si hubieran estudios sobre sus niveles de felicidad seguramente serían superiores a la media.
Foto: En el parque que hay delante del Van Gogh Museum en Amsterdam (Países Bajos).
Las cosas simples son las más extraordinarias y sólo los sabios consiguen verlas.