Cómo convertir una idea en negocio


Toda empresa ha nacido a partir de una idea y es posible que ya estés trabajando en una, pero todavía no sabes si va a ser buena o suficiente para generar negocio. No te preocupes, todos empezamos igual: partiendo de cero. Para algunos, una idea lo es todo, para otros no vale nada. Todo depende del prisma desde donde se mire. Pero de lo que estoy convencido es que el sueño de todo emprendedor es hacer realidad sus ideas, y ese es ni más ni menos el comienzo de la que puede ser una gran historia corporativa.

Somos conscientes de que solo con la idea no vamos a conseguir nada, no vamos a llegar a ninguna parte, pues primero hay que desarrollarla, pulirla, mimarla y dedicarle muchas horas hasta llegar a descubrir si realmente puede llegar a resolver problemas, dicho de otra manera: darle forma hasta que pueda ocupar un hueco en el mercado, una demanda insatisfecha, y ofrecer un producto o servicio diferenciador del resto.

En todo ese recital donde el emprendedor se mueve como pez en el agua entra en juego el ingrediente fundamental del éxito: la pasión. Disfrutar de lo que haces es un elemento capital para convertir lo que amas (la idea) en negocio, pero no siempre todo es tan bonito, pues en demasiadas ocasiones los emprendedores están tan entusiasmados con sus ideas que pierden la objetividad. A veces, un poco de realismo, mezclado con conocimientos del sector, formación, cierta experiencia, e información pueden determinar el potencial verdadero de tu proyecto.

Cuando tengas un proyecto entre manos y estés convencido que puede cambiar el mundo: enhorabuena. Lánzate a la piscina. Quien no arriesga no gana. Pero piensa si puede situarse en un nicho de mercado consistente y bien definido, que resuelve un problema para el que nadie antes que tú ha vislumbrado la solución. Analiza la demanda que puede haber de ese producto en el mercado. No especules, debes estar seguro de que tu iniciativa ayuda a cubrir una necesidad. Es puro marketing.

Pregúntate si tienes suficiente perseverancia, conocimiento, contactos, capital y otras virtudes necesarias para llevar tu idea de la fase de diseño hasta la entrega. Cuando lo tengas claro determina la personalidad de tu compañía, los mensajes que va a transmitir y las promesas que vas a hacer al público. Crear una relación sólida con tus clientes en las fases iniciales de tu actividad emprendedora resulta fundamental para crear esa credibilidad que necesitas para el despegue. Y eso se consigue básicamente cuidando cada detalle, maximizando la productividad, demostrando profesionalidad y pensando siempre en el cliente.

Todos queremos ser grandes, pero resulta imposible ser bueno (o el mejor) en varias cosas diferentes. Enfócate hacia aquello en que realmente dominas a la perfección. Tu credibilidad aumentará a medida que ganes experiencia en tu sector. Debes ser el mejor en aquello que te apasiona. Llegará un momento en que solo no vas a poder, necesitarás ayuda para crecer y llegar a todo, entonces busca gente que se apasione con la actividad de tu empresa.

Finalmente, nunca descuides el modelo de negocio. Hay ideas muy buenas pero que no tienen negocio posible. No pasa nada por equivocarse, todo lo contrario: es positivo. Pero desde el primer día debes tener algo muy claro: hay que dedicarle mucho tiempo. Se te pueden pasar por la cabeza muchas ocurrencias, pero lo importante es ejecutarlas, ponerlas en práctica. Ser el primero suele dar ventaja. Ponte en macha.

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